Analogía: El castillo que ardía mientras los reyes jugaban a gobernar

ÉXODO POBLANO
Por Alex Durán
En política, como en las viejas cortes medievales, la realidad no siempre se impone con hechos, sino con símbolos. Y hay días —contados, contundentes— en los que todo el andamiaje del poder tiembla por una coincidencia que no parece casual, sino una advertencia.
Daba inicio la conferencia matutina del Gobierno Federal en Palacio Nacional, cuando el rostro del Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, se tensó al recibir una notificación. Se acercó a la presidenta Claudia Sheinbaum con una expresión inequívoca: algo grave acababa de ocurrir.
Instantes después, mientras la titular de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, hablaba sobre “atender las causas” de la violencia —la narrativa base de la política de seguridad del régimen—, se confirmaba el asesinato de Ximena Guzmán Cuevas, secretaria particular de la exjefa de Gobierno, y de José Muñoz Vega, su asesor cercano.
Una escena que parece salida de Los Reyes Malditos de Maurice Druon: un reino que se desmorona mientras sus líderes siguen convencidos de que controlan el tablero. Los castillos arden, pero los reyes siguen firmando decretos, absortos en rituales de poder. Y cuando la tragedia irrumpe durante el discurso oficial, el poder queda desnudo.
La pregunta ya no es si la estrategia funciona, sino si hay estrategia en absoluto. Porque lo ocurrido no solo fue una interrupción incómoda; fue una metáfora en tiempo real. La realidad golpeando en vivo a un gobierno que presume coordinación mientras el país se desangra.
Surgen entonces preguntas inevitables:
¿A quién va dirigido este mensaje de sangre?
¿Fue un ajuste, una advertencia o un acto de descomposición institucional?
¿Qué señales está enviando el crimen organizado al irrumpir justo cuando se habla de paz?
¿Y qué esperamos los ciudadanos? ¿Que alguien actúe o que simplemente lo registren como un dato más?
No se trata de apresurar juicios, pero sí de exigir respuestas. Porque si lo simbólico importa —y en política importa todo—, entonces este episodio no puede pasar inadvertido ni ser minimizado.
No hay peor error que seguir jugando a gobernar mientras el castillo cruje.
Y como bien lo expresó Druon: «Los reyes malditos no cayeron por el castigo divino, sino por no escuchar el eco de su propio pueblo.”
Cuando el fuego alcanza los tapices del trono, ya no hay tiempo para discursos…
Solo queda gobernar o arder con el castillo.
Quedamos pendientes!