Olga Breeskin: «Si no fuera por Juan Gabriel, ya sería una vieja muerta»

La vida de Olga Breeskin ha sido de auténtica telenovela. En 50 años de carrera tocando el violín, arte que le enseñó su padre, ha acariciado la gloria, pero también ha padecido el infierno.
Tocó fondo sin dinero, sin uno de sus mejores amigos, Juan Gabriel, y sumida en las adicciones. Hoy, a sus 71 años, es otra; logró levantarse de la estrepitosa caída que la hundió en un autoabandono, al punto de subir 25 kilos y perder la torneada figura que la hizo famosa. Se refugió en la fe cristiana y para celebrar cinco décadas de carrera firmó con una disquera que confía en su talento.
“Aclaro que no regreso a la farándula, tampoco a las telenovelas; soy mala actriz y también dejé de bailar. Lo único que sé hacer bien es tocar el violín, y en honor a mi padre, don Elías Breeskin, debo seguir con su legado”, aseguró en entrevista.
“ME ABANDONÉ Y COMENCÉ A TOMAR ALCOHOL”
Olga Breeskin vive en Estados Unidos, retirada del mundo del entretenimiento; atrás dejó las noches de bailes sensuales y ahora imparte clases de violín a niños y jóvenes. Confiesa que no tener ya la escultural figura con que alcanzó la fama en películas, telenovelas y shows, la llevó a una gran depresión.
“Cuando vino el sonado caso del ‘Juangabrielazo’ en Las Vegas (el cantante no se presentó en un show en 2005), me abandoné y comencé a tomar alcohol. Todavía no conocía a Jesús, Yuri me acercó a él y sentí que Juan Gabriel me había acabado la vida de vedette, pero ahora entiendo que Dios no quería que mi vida se acabara a los 50 años, la edad que tenía en ese momento; no sabía cómo quitarme el maldito alcohol que hace que la gente engorde; el público me aceptaba como estaba, pero yo no. Comencé a predicar la palabra y a tocar el violín con unos cachetotes, pero no sabía qué hacer. Ninguna mujer debe tener kilos demás y yo tenía 25 encima de mi peso”.
Y aunque Juanga murió sin haberla perdonado, ahora Olga agradece que el cantante la haya dejado plantada en ese show que ella había cerrado con un productor para el que trabajaba y la explotaba. “Antes no podía bailar porque me sentía muy pesada. Hoy puedo decir que, gracias al Divo de Juárez, se me acabó la vida de vedette, porque a las de 50 años y más nadie las quiere. Ya hubiera sido una vieja muerta”.
“NO ME ANDO CORTANDO EL PELLEJO”
¿Pero cómo logró bajar 25 kilos y reducir ocho tallas? Olga lo adjudica a “una bendición. Yo no sabía cómo quitarme las lonjas, cómo colocarme mis vestidos; necesitaba bajar muchos kilos y llegó el milagro en 2018: un día, una pastora me regaló unas semillas de raíz de tejocote, que se venden de persona a persona. Las recibí con cariño y me las tomé con indiferencia, porque estaba incrédula, hasta que me di cuenta en la pandemia que los vestidos ya me nadaban y mi piel no quedó flácida; la piel también se te pega con esta pastilla”. Maravillada del efecto, contactó a la doctora que las fabrica, quien la invitó a pertenecer a la red de distribuidores.
“El desempleo en Estados Unidos está muy fuerte, y cuando vi el poder de esta pastilla y cómo le ha cambiado la vida a muchas personas, decidí entrarle al negocio”.
Eso sí, se rehúsa a las operaciones estéticas y asegura que la liposucción no es lo suyo. “No me ando cortando el pellejo ni haciéndome liposucción… En los 70 no había tanto truco, todo se notaba, y si Dios me quiso así con mis patitas de gallo, así será”. Instalada ya en el séptimo piso, dice sentirse de maravilla, física y anímicamente, y agradece que a su edad volvieron a confiar en ella para grabar nuevo disco, algo que no ocurría desde hace varios años.
“Grabaré la buena música que sé hacer con el violín con un concepto moderno. Me sentía insegura de mi cuerpo y de mí misma, pero Cristo cambió mi corazón y yo cambié mi figura para echar ‘el violinazo’”.