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Llenaba de color el Centro de Puebla con sus muñecas pero el Ayuntamiento la quitó y ahora pide limosna

Vía: El Sol de Puebla

Con más de 90 años de vida, los ojos de la señora “Jose” reflejan una tristeza profunda, mientras camina lentamente por las frías calles del Centro Histórico de Puebla, pidiendo limosna. El paso cansado y las manos temblorosas ya no llevan la historia de la artesanía que, durante años, la hizo conocida en la ciudad. La mujer que alguna vez vendió con orgullo sus muñecas “Marías”, “Lele” o “Trenzudas”, ahora se enfrenta a una dura realidad: mendigar por una moneda para conseguir lo básico para su supervivencia.

Hace apenas unos años, en periodo vacacional, la ciudad se llenaba de turistas que se acercaban a comprar las coloridas muñecas. Para la señora “Jose” no solo eran pedazos de tela, eran recuerdos de un legado que, con tanto amor, transmitió de generación en generación. La gente la conocía, la saludaba, le compraba, y su vida giraba en torno a su pequeño puesto junto a la Catedral.

Pero todo cambió como fueron pasando los años. Las autoridades (no especificó de cuál administración) le prohibieron vender en el lugar que conocía tan bien y donde durante años compartió su trabajo. “Me dijeron que no podía estar allí y con mi familia nos movemos constantemente”, narró, mientras se cubrió del viento y del frío.

Desde entonces, ya no hubo ventas. Nadie me quiere comprar… y lo peor, nadie me ve

De ser una mujer que vivía con la satisfacción de vender su trabajo, se convirtió en una sombra de lo que fue. En la calle 7 Oriente y 16 de septiembre, su figura es solo una más entre las muchas que piden algo de compasión.

Lo único que quiero es comida y abrigodijo con voz quebrada, extendiendo su mano temblorosa, mientras sus ojos buscaron una mirada que la reconociera.

Por las bajas ventas de las muñecas lele que elabora la señora Jose y su familia, ha tenido la necesidad de pedir ayuda económica en las calles del centro histórico de Puebla. / Foto: Bibiana Díaz / El Sol de Puebla

El frío de la calle parece calar más hondo en su alma que en su cuerpo. Las monedas que recibe, apenas suficientes para cubrir sus necesidades más básicas, son el reflejo de la indiferencia de una sociedad que ya no sabe ver en ella a la mujer que fue, ni a la artesana que luchó por su oficio.

Mi familia sigue vendiendo, pero ya no es lo mismo (…) pido limosna porque tengo hambre”, comentó a El Sol de Puebla. Hoy, mientras Jose sigue buscando una sonrisa o un gesto de ayuda en cada persona que pasa, queda la reflexión de qué tan fácil es para muchos mirar hacia otro lado. Pero también, queda la posibilidad de actuar, de tender una mano a quienes más lo necesitan.

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